Tribuna de Marta Escrivá, parlamentaria por Sevilla de Ciudadanos, sobre el cambio climático y la futura ley que se está tramitando en el Parlamento.
Prácticamente nadie cuestiona ya la existencia del cambio climático, y es que las pruebas de su llegada son evidentes en todo el mundo: temperaturas altísimas que nunca antes se habían registrado, sequías cada vez más intensas y duraderas, y nevadas donde hace décadas no caían, como las recientes sufridas en Florida. No obstante, tras el Protocolo de Kioto en 2005 y el Acuerdo de París de 2016, quiero pensar que por fin se ha pasado de los discursos a los hechos concretos, de la retórica a los actos.
Los gases de efecto invernadero tienen su origen principalmente en la industria, en la producción eléctrica y en el transporte terrestre. La industria hace años que lentamente está bajando sus emisiones gracias al mercado de derecho de emisiones puesto en marcha por la Unión Europea en 2005, aunque España y otros países no están haciendo todos sus deberes en este sentido.
En la producción de energía se ha producido un gran avance durante 2017 a nivel mundial. China, que era uno de países con mayores emisiones de gases de efecto invernadero, está realizando una apuesta clara por las renovables con su mayor inversión durante este año y esta tendencia parece que continuará en los próximos. Esta apuesta por las energías renovables tiene como objetivo reducir el consumo de combustibles fósiles y así hacer más sostenible nuestro modelo de vida.
Otros casos que demuestran esta tendencia mundial son Irlanda, que en 2017 se ha convertido en el primer país que ha dejado a un lado los combustibles fósiles, y Costa Rica, que ha consumido energía renovable más del 80% de los días del año.
España, que era un ‘alumno aventajado’ hace unos años en esta materia, debe poner la ‘sexta marcha’ y volver a estar en puestos de salida en el terreno de las renovables, en las posiciones donde seamos un ejemplo a seguir. Es aquí donde los representantes públicos tenemos la obligación de instar a que esto se lleve a efecto. Para ello, afortunadamente, contamos con ejemplos gubernativos que nos indican cómo contribuir a un mundo más sostenible. Valga solo una muestra: en materia de trasporte eléctrico deberíamos tomar como referencia a Noruega, donde más de la mitad de vehículos matriculados son eléctricos, gracias a diferentes tipos de incentivos y ventajas fiscales para la adquisición de los mismos que ha puesto en marcha su gobierno.
Para frenar el avance y los efectos del cambio climático hay que crear alianzas y acuerdos con otros países, porque a un problema global hay que dar una solución conjunta. Y aunque países como Estados Unidos se han retirado del acuerdo de París, en el conjunto del planeta son más los que están tomando medidas claras.
España tiene la oportunidad y la obligación, al igual que ya están haciendo muchos países europeos, de actuar, de poner medidas para paliar y frenar el cambio climático, que en nuestra tierra tiene nombre de ‘sequía’ y la consiguiente desertificación de nuestra tierra.
Al Parlamento Andaluz ya ha llegado la Ley de Cambio Climático, una ley bien intencionada pero que deja de lado la movilidad sostenible, los incentivos a la eficiencia energética y al consumo de renovables, por lo que para que sea un éxito tiene que salir de la tramitación parlamentaria un texto mucho más ambicioso que el inicial.
Para que pase del papel a los hechos tiene que implicar a empresas y particulares para frenar el cambio climático. Por eso es importante que todos pongamos varios ‘granitos de arena’, como por ejemplo que la energía que consumimos en nuestras casas sea 100% renovable, reciclar, usar transporte público o eléctrico o comprar productos con larga vida útil. Los ciudadanos podemos ser un ejemplo para los gobiernos.
Si actuamos todos ya, el cambio climático será una realidad a la que nos podremos adaptar y no se convertirá en una gran crisis mundial. Estamos a tiempo de frenarla, nos jugamos la supervivencia de nuestro entorno, de nuestros descendientes, de toda una generación.